Las Oraciones Más Antiguas, Mágicas, Efectivas y Poderosas

viernes, 5 de mayo de 2017

LAS QUINCE ORACIONES DE SANTA BRÍGIDA

 
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠,
y del Espíritu Santo.
 
Amén.

Antífona:
 
Ante el nombre de nuestro Señor Jesucristo
toda rodilla se ha de doblar en el Cielo,
en la Tierra y en el Infierno;
y toda lengua ha de confesar
que Jesucristo nuestro Señor
está en la gloria de Dios Padre,
a Él sea siempre la alabanza,
el honor y la gloria,
por los siglos infinitos e interminables.
 
Amén.

SALUTACIÓN DEVOTA
A NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

Te adoro, te alabo, te bendigo,
te glorifico y te doy gracias,
¡oh Señor Jesucristo!,
por todas tus bondades que me has concedido:
y principalmente porque me creaste a tu imagen,
y con tu Sangre preciosa me redimiste,
me llamaste a tu servicio,
y perdonaste mis pecados.
 
Te ruego también,
Señor mío Jesucristo,
que tengas misericordia de mí,
miserable pecador,
y en la hora de mi muerte,
me perdones por tu eterna y santa caridad,
todo el mal cometido contra Ti
en pensamiento, palabra y obra,
y todo el bien que por negligencia haya omitido.
 
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
 
Amén.
 
Padre nuestro y Ave María.

PRIMERA ORACIÓN


Oh Señor Jesucristo,
eterna dulzura de los que Te aman,
gozo que excede todo gozo y todo deseo,
Salvador y Amante de los pecadores penitentes,
que declaraste ser tus delicias
en estar entre los hijos de los hombres,
y que Te hiciste hombre por los hombres
en el final de los tiempos.
 
Acuérdate de todas las premeditaciones
y angustias íntimas que soportaste
desde el inicio de tu concepción
en la naturaleza humana,
máxime en el instante de tu salubérrima Pasión,
en el tiempo que desde la eternidad
fue preordenado en tu divino Corazón.

Continuar leyendo...

Acuérdate de la tristeza y amargura
que declaraste había en tu Alma,
cuando dijiste:
«Triste está mi alma hasta la muerte»,
y cuando en la Última Cena
le diste a tus Discípulos tu Cuerpo y Sangre,
les lavaste los pies,
y los consolaste dulcemente
al anunciarles tu inminente Pasión.
 
Acuérdate de los temores,
angustias y dolores
que soportaste en tu delicado cuerpo
antes de tu Pasión en la Cruz,
cuando después de tres oraciones y sudar sangre,
fuiste entregado por tu discípulo Judas,
capturado por la gente que habías elegido,
acusado por falsos testigos,
juzgado injustamente por tres jueces
en la ciudad elegida,
condenado siendo inocente
en el tiempo pascual
y en plena flor de tu juventud,
entregado, golpeado,
despojado de tus propios vestidos,
vestido con indumentaria ajena,
escarnecido, velados tus ojos y faz,
abofeteado, atado a una columna,
flagelado, coronado de espinas,
herido en la cabeza con una caña,
y lacerado con otras innumerables calumnias.

Oh dulcísimo Jesús, concédeme,
te pido, en memoria de estas penas
que padeciste antes de tu Pasión en la Cruz,
ahora y en la hora de mi muerte
la verdadera contrición de mis pecados,
una pura confesión, condigna satisfacción,
y la plena remisión de todos mis pecados.

Amén.

Salve, dulcísimo Jesucristo,
ten misericordia de mí, pecador.

Padre nuestro y Ave María.
 
SEGUNDA ORACIÓN
 
Oh Jesús, verdadera libertad de los Ángeles
y paraíso de delicias,
acuérdate del terror y horror
que padeciste cuando todos tus enemigos
Te rodearon cual ferocísimos leones,
y atormentaron con burlas, escupitajos,
 laceraciones y otros inauditos suplicios,
y por todas las palabras contumeliosas,
duros golpes y amargos tormentos
que Te infligieron tus enemigos,
oh Señor Jesucristo,
te suplico que me libres de todos mis enemigos,
visibles e invisibles,
y me concedas encontrar bajo la sombra de tus alas
la protección de tu salvación eterna.

Amén.

Salve, dulcísimo Jesucristo,
ten misericordia de mí, pecador.

Padre nuestro y Ave María.

TERCERA ORACIÓN

Oh Jesús, fabricador y creador del mundo,
 a quien ninguna dimensión ni término puede medir,
y que abarcas el Cielo y la Tierra
en la palma de tu mano,
recuerda los acerbísimos dolores
que afrontaste cuando los judíos
fijaron primero tus manos a la Cruz
con clavos obtusos y perforaron
tus delicadísimos pies,
pero no conforme esto a su voluntad,
añadieron a tus llagas dolor sobre dolor,
y con cruel ira Te estiraron y extendieron,
a lo largo y ancho de la Cruz, que dislocaron
todas las articulaciones de tus miembros.

Te suplico, por estos,
tus santísimos y amargos dolores en la Cruz,
le concedas a mi alma el temor y el amor a Ti.

Amén.

Salve, dulcísimo Jesucristo,
ten misericordia de mí, pecador.

Padre nuestro y Ave María.

CUARTA ORACIÓN

Oh Jesús, médico celestial,
acuérdate de las angustias y dolores,
y las burlas que padeciste
al ser elevado en el patíbulo de la Cruz,
en todos tus santísimos miembros dilacerados,
que ninguno de ellos permaneció en su lugar,
tanto que no se puede encontrar
dolor semejante al tuyo:
desde la planta de los pies
hasta el vértice de la cabeza
no se encontró en ti parte sana.

Y entonces, sin tener en cuenta tus dolores,
oraste al Padre por tus enemigos, diciendo:
«Padre, perdónalos,
porque no saben lo que hacen».

Por esta tu admirable caridad y misericordia,
y en memoria de tus tantos dolores,
concédeme por la memoria de tu amadísima Pasión,
 la plena remisión de todos mis pecados.

Amén.

Salve, dulcísimo Jesucristo,
ten misericordia de mí, pecador.

Padre nuestro y Ave María.

QUINTA ORACIÓN

Oh Jesús, espejo de la claridad eterna,
acuérdate de los sufrimientos que tuviste
cuando en el espejo de tu serenísima Majestad
contemplaste la predestinación de tus elegidos
que se salvarían por los méritos de tu Pasión
y la reprobación de los malvados
por su demérita condenación.

Por el abismo de tu misericordia,
que te hizo condolerte
de los perdidos y desesperados pecadores,
y principalmente por aquel ladrón crucificado
al cual dijiste:
«Hoy estarás conmigo en el Paraíso»,
te ruego, piadoso Jesús,
que te apiades de mí en la hora de mi muerte.

Amén.

Salve, dulcísimo Jesucristo,
ten misericordia de mí, pecador.

Padre nuestro y Ave María.

SEXTA ORACIÓN

Oh Jesús, Rey amable y deseable sobre todo,
recuerda la tristeza que tuviste
cuando desnudo y miserable
colgabas en la Cruz,
y tus amigos y conocidos
te volvieron las espaldas
y nadie encontraste para consolarte,
excepto tu amantísima Madre,
que en agonía y amargura de ánimo te asistía,
a la cual encomendaste a tu Discípulo diciendo:
«Mujer, he aquí a tu hijo»,
y al Discípulo:
«He ahí tu madre».

Te ruego, Jesús,
por la espada de dolor que traspasó tu alma,
 que te compadezcas de mí
en todas las tribulaciones
y aflicciones corporales y espirituales,
y me des tu consuelo en los tiempos de tribulación
y en la hora de mi muerte.

Amén.

Salve, dulcísimo Jesucristo,
ten misericordia de mí, pecador.

Padre nuestro y Ave María.

SÉPTIMA ORACIÓN

Oh Jesús, fuente inagotable de piedad,
que desde la más profunda dilección de tu afecto
dijiste en la Cruz:
«Sed tengo»,
sediento de la salvación del género humano.

Enciende, te suplicamos,
nuestro deseo a toda obra perfecta,
y refrigera y extingue dentro de nosotros
la sed de la concupiscencia de la carne
y el estío de la dilección y delectación mundanal.

Amén.

Salve, dulcísimo Jesucristo,
ten misericordia de mí, pecador.

Padre nuestro y Ave María.

OCTAVA ORACIÓN

Oh Jesús, dulzura de los corazones
y suma delectación de las almas,
por la amargura del vinagre y la hiel
que por nosotros recibiste y probaste en la Cruz,
concédenos a nosotros,
miserables pecadores,
en todo tiempo y, especialmente
en la hora de nuestra muerte,
recibir tu Cuerpo y tu Sangre
como remedio y consolación de nuestras almas.

Amén.

Salve, dulcísimo Jesucristo,
ten misericordia de mí, pecador.

Padre nuestro y Ave María.

NOVENA ORACIÓN

Oh Jesús, regia virtud y júbilo del alma,
acuérdate de las angustias
y dolores que padeciste,
 cuando por la amargura de la muerte
y los insultos de los judíos,
exclamaste con grandes voces
que Dios Padre te había abandonado, diciendo:
«Helí, Helí, lamma sabactaní?»,
esto es,
«Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has abandonado?»

Por esta angustia te ruego y pido,
Señor Dios mío,
que no me abandones
en las angustias de mi muerte.

Amén.

Salve, dulcísimo Jesucristo,
ten misericordia de mí, pecador.

Padre nuestro y Ave María.

DÉCIMA ORACIÓN
 
Oh Jesús, Alfa y Omega,
unión y virtud en todo medio,
recuerda que desde la punta de la cabeza
a la planta de los pies
estuviste sumergido en las aguas de la Pasión.

Por la longitud y anchura de tus llagas,
enséñame, por la verdadera caridad,
a guardar fielmente todos tus mandatos.

Amen.

Salve, dulcísimo Jesucristo,
ten misericordia de mí, pecador.

Padre nuestro y Ave María.

UNDÉCIMA ORACIÓN

Oh Jesús, abismo profundísimo de misericordia,
te ruego por la profundidad de tus llagas,
que traspasaron tu carne y médula,
tus huesos y entrañas,
para que me saques del abismo del pecado
y me escondas de la faz de tu ira
en la cueva de tus llagas,
hasta que pase tu furor.

Amén.

Salve, dulcísimo Jesucristo,
ten misericordia de mí, pecador.

Padre nuestro y Ave María.

DUODÉCIMA ORACIÓN

Oh Jesús, espejo de la verdad,
signo de unidad y vínculo de caridad,
acuérdate de tus innumerables llagas,
que desde la punta de la cabeza
hasta la planta de los pies fuiste herido,
y lacerado por los impíos judíos,
y enrojecido por tu Sangre.

¡Cuán grandes fueron los dolores
que en tu carne virginal recibiste por nosotros!

Piadoso Jesús,
¿qué más debiste hacer,
que no hayas hecho?

Escribe, te suplico,
con tu preciosísima Sangre,
todas tus heridas en mi corazón,
para que en él lea tu dolor y tu amor,
su memoria permanezca
en lo más secreto de mi corazón,
y el dolor de tu Pasión
se renueve en mí todos los días,
y se aumente mi amor y en acción de gracias
hasta que vuelva a Ti,
tesoro deseable de todo bien y alegría completa.

Dígnate concedérmela,
Cristo dulcísimo, en mi vida.

Amén.

Salve, dulcísimo Jesucristo,
ten misericordia de mí, pecador.

Padre nuestro y Ave María.

DÉCIMOTERCERA ORACIÓN
 
Oh Jesús, león fortísimo,
Rey inmortal e invictísimo:

acuérdate de los dolores que padeciste
cuando se agotaron todas las fuerzas
de tu cuerpo y tu Corazón,
e inclinando la cabeza dijiste:
«Todo está consumado».

Por esta angustia y tus dolores,
ten piedad de mí
en la última consumación de mi vida
y en la hora de mi muerte,
cuando mi alma esté llena de ansiedad
y conturbado mi espíritu.

Amén.

Salve, dulcísimo Jesucristo,
ten misericordia de mí, pecador.

Padre nuestro y Ave María.

DÉCIMOCUARTA ORACIÓN

Oh Jesús, unigénito del Padre altísimo,
esplendor y figura de su sustancia,
acuérdate de la última encomienda,
cuando entregaste tu espíritu al Padre
diciendo:
«En tus manos, Señor,
encomiendo mi espíritu»,
y con el cuerpo lacerado,
roto tu Corazón, y con entrañas de misericordia
por redimirnos, con gran clamor expiraste.

Por tu preciosísima muerte te suplico,
oh Rey de los santos:
confórtame para resistir al diablo
y al mundo, a carne y sangre,
para que en todo, y en mi muerte,
viva para Ti;
y en la hora de mi muerte
recibas de vuelta mi espíritu
exiliado y peregrino.

Amén.

Salve, dulcísimo Jesucristo,
ten misericordia de mí, pecador.

Padre nuestro y Ave María.

DÉCIMOQUINTA ORACIÓN

Oh Jesús, verdadera y fecunda Vid,
acuérdate de la superefluente y abundante
efusión de tu Sangre,
que como de un canal se derramaba de tu Cuerpo,
cuando en la Cruz pisaste tú solo el lagar,
y la lanza del soldado traspasó tu Costado
derramando para nosotros sangre y agua,
hasta que no quedó ni la más mínima gota,
quedando como un saco de mirra
colgando en alto,
y tu delicada carne desfalleció,
el líquido de tus entrañas se evaporó,
y la médula de tus huesos se secó.

Por esta amarguísima pasión y efusión
de tu preciosa Sangre, te ruego,
dulcísimo Jesús, traspases mi corazón,
para que la penitencia
y las lágrimas amorosas
sean mi alimento día y noche.

Y conviérteme completamente a Ti,
para que mi corazón te acoja
como perpetua habitación,
y mi conversación te sea siempre agradable
 y acepta, y laudable el fin de mi vida,
para que después del término de mi vida
merezca alabarte eternamente
con todos los Santos.

Amén.

Salve, dulcísimo Jesucristo,
ten misericordia de mí, pecador.

Padre nuestro y Ave María.

ORACIÓN FINAL

Oh Señor mío Jesucristo,
Hijo de Dios vivo,
acepta esta oración
con el mismo inmenso amor
con el cual soportaste todas las llagas
de tu santísimo Cuerpo;
ten misericordia de nosotros,
y a todos los fieles, vivos y difuntos,
concede tu misericordia y gracia,
la remisión de todas las culpas y penas,
y la vida eterna.

Amén.

En el nombre del Padre, y del Hijo ✠,
y del Espíritu Santo.

Amén.

 


0 comments:

Publicar un comentario

© ORACIONES ANTIGUAS TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS ©