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martes, 6 de enero de 2015

ORACIÓN AL MILAGROSO SAN CARALAMPIO CONTRA TODO MAL




Aquí se reza el Acto de contrición,
y se concluye con un Padre Nuestro y Ave María.

Ruega por nosotros, San Caralampio.
Para que seamos dignos de las promesas
que te hizo nuestro Señor Jesucristo.

Dios y Señor Omnipotente,
en cuyas manos están la vida y la salud
de todos los hombres.
 
Por los méritos de tu siervo
el Bienaventurado San Caralampio,
presbítero y mártir, a quien concediste,
en premio de su heroica fe
y constancia en defender tu Santo Nombre,
que donde estuviesen sus reliquias,
o en donde se celebrase su memoria,
no habría hambre, ni peste,
ni aire contagioso;
te suplicamos humildemente,
que venerando la memoria
de su martirio y admirables virtudes,
acá en la tierra merezcamos
vernos libres de toda infección
de alma y de cuerpo
y después de gozarte
en el cielo en su compañía;
 
Por los méritos de Nuestro Señor Jesucristo,
Hijo tuyo, que vive y reina contigo,
juntamente con el Espíritu Santo,
Dios por todos los siglos de los siglos
 
Amén.
 
San Caralampio, presbítero y mártir.

Los progresos que su celo y predicación hacían contra el paganismo, le atrajeron el mortal odio de los gentiles, y fue preso en Magnesia en la Natolia, hoy Managuia, y cruelmente atormentado de orden de Luciano, presidente del emperador Séptimo Severo. Obró tales portentos en prueba la dignidad de Jesucristo, que convirtió a sus verdugos, luego también mártires, Porfirio, y Bapto, y el capitán Lucilo.

Concluyó la gloriosa carrera de su martirio en Antioquía de Pisidia, donde después de resucitar muertos, curar  endemoniados, hacer florecer troncos de muchos años secos, y convertir a la beata Galena, hija del Cesar, fue condenado año de 202 a decapitación, y voló  triunfante al cielo en este día.
 

Para gloria de Dios, honor de nuestro Santo, timbre del estado clerical, y consuelo de los afligidos en la fuerte y desoladora epidemia que tanto afligió las ciudades de Málaga, Alicante, Cádiz, Cartagena... quiero proponer a los fieles el más antiguo y mas desconocido abogado contra toda infestación, señalado por el mismo Jesucristo y comprometida su palabra de librar a los devotos del Santo de semejante calamidad. Es pues, el beatísimo mártir Caralampio, el primero y más antiguo abogado contra la peste de cuantos después venera e invoca la piedad cristiana en tales conflictos: después de haber practicado el Santo grandes virtudes, convertido innumerables paganos, y obrado tantos y tan esclarecidos milagros, que las gentes llegaron a decir, como en otro tiempo sucedió con el Bautista, si era verdaderamente el mismo Cristo, y así le preguntaban: ¿Cur nobis non disis, si veré es Christus?

Después de haber tolerado crueles tormentos, sentenciado a degüello, y estando ya dispuesto a recibir el golpe, se abren de repente los cielos, preparan los ángeles un trono de finísima esmeralda, ocúpale Jesucristo, y le dice al bendito mártir:

"Ven, amigo mío Caralampio, que tanto has padecido por mi nombre, y pídeme lo que quieras, que yo te lo concederé"

"Para mí Señor, responde el Santo, es gran cosa que me hayas juzgado digno de verte con tanta gloria. Si es de tu agrado, Señor, te pido, que des tal virtud a mi nombre, que donde quiera que mis reliquias sean depositadas, ó se celebre mi memoria, no haya en aquel lugar ni hambre, ni peste, ni aire alguno contagioso; antes bien en tales lugares reine la paz, la salud de cuerpos y almas, la abundancia de trigo, de vino, y de animales necesarios para el sustento del hombre. Y si te complace, Señor, donde se conserve la memoria de mi martirio, preserva de toda plaga a sus animales, y a sus almas de todo mal. Señor, tu conoces que son de carne, y sangre; perdónales sus pecados, y concédeles la abundancia de sus cosechas, para que alaben a quien les hace tamo beneficio. En fin, Dios y Señor nuestro, derrama sobre todos tu gracia."

"Hágase como lo has pedido, mi generoso Atleta", dijo el Señor:

Y al punto el Santo murió sin tocarle la espada, y subiendo rodeada de gloria al cielo su alma, desapareció la visión.

Presenciaron todo el suceso los soldados, y al punto fueron a contárselo al emperador, de lo que quedó atónito y pasmado: y entonces permitió a su hija, la princesa Santa Galena, recogiese el venerable cadáver de su santo maestro, el cual embalsado y envuelto con un lienzo finísimo, le guardó en una urna de oro.


Refierese esto en el cap. 5. de las antiguas actas del Santo Mártir, que traducidas del griego al latín por David Henxtou, las publicaron la primera vez los eruditos Bolandos, día 10 de febrero, pág. 831.

El Illmo Sr. D. Fr. Joaquín Campani, Arzobispo de Valencia, Caballero Gran Cruz de la real y distinguida Orden española de Carlos III, concede ochenta días de indulgencia a todos los que rezaren un Padre Nuestro, Ave María, y Gloria Patri delante de la imagen de San Caralampio, rogando por los fines de nuestra santa Madre Iglesia.
 
 
 
 
 

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