Glorioso San Juan Maria Vianney,
bendito y humilde cura de Ars,
para ti terminaron ya los trabajos,
esfuerzos y dedicaciones
en tu misión cada día más ingrata,
más llena de amarguras,
mas desde el seno de tu reposo
escucha a los obreros de la salvación
implorar tu patrocinio.
Pasaron ya, ¡oh San Juan María Vianney!
los primeros años de tu ministerio de los que decías:
“Esperaba de un momento a otro ser suspendido
y condenado a terminar mis días en las prisiones.
En aquel tiempo se olvidaban
de comentar el Evangelio en los púlpitos
y se predicaba sobre el pobre cura de Ars.
¡Oh, cuánta cruz debía yo sobrellevar!...
¡Me abrumaba tanto que casi no lo podía soportar!
Comencé a pedir el amor de las cruces;
entonces fui feliz”.
A aquellos a quienes la paciencia
amenaza doblegarse
ante la persecución y las calumnias,
repíteles las palabras que tu decías