Es el amanecer de un bello día;
el astro matutino
brilla luciendo en opalino cielo;
el colorín su melodioso trino
entona al desplegar sus alas bellas
para el aire, surcar, la clara fuente
su raudal transparente,
derrama en dulce son, castos amores
murmuran el faisán y la paloma,
y al valle brindan regalado aroma,
su capullo al abrir las gayas flores.
La luz crepuscular apenas deja
las formas distinguir de tres mujeres,
que el campo cruzan con incierta planta
y á quienes un dolor mortal aqueja;
y de sus ojos bellos
los púdicos destellos,
suben como relámpagos unidos
con líquidos raudales fecundantes,
que inundan sus semblantes
por intenso pesar descoloridos.
Son las Marías, son las fervorosas
Magdalena y la madre de Santiago
con Salomé que llegan afanosas
hasta la gruta donde sepultado
está Jesús bajo pesada losa.
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