Gloriosa Santa Lucía,
virgen castísima y dechado de pureza,
mártir ilustre,
gloria de Sicilia,
columna firme de la Iglesia cristiana,
cuyos enemigos venciste
derramando tu propia sangre.
Estableciste su fe con la valerosa confesión
que hiciste de ella delante del tirano,
y con los prodigios
con los que Dios hizo glorioso tu martirio.
Universal protectora en tu vida,
y después de tu dichosa muerte,
de los que devota y confiadamente
se encomiendan a tu intercesión,
como lo experimentó
tu propia madre Eutiquia,
librándose por tus oraciones
del flujo de sangre que padecía,
y lo han experimentado en todos los tiempos
tus devotos en todos sus males,
y particularmente en los de la vista,
de que eres especial Abogada.