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miércoles, 18 de julio de 2018

A LA VIRGEN DEL CARMEN PARA OBTENER SU PROTECCIÓN Y AYUDA


¡Oh inmaculada Virgen María del Carmen!
dulcísima Madre de Dios,
reina de los Ángeles,
abogada de los pecadores y,
seguro consuelo de atribulados,
escuchad benigna, os suplico,
los ruegos de este vuestro siervo,
y concededme por vuestra gracia,
que sea yo del número de aquellos
que Vos amáis y bondadosa favorecéis.

Purificad, ¡oh purísima Virgen!,
mi corazón de toda inmundicia de pecado;
alejad de mí todo lo que desagrade
a vuestros castísimos ojos;
librad mi alma de todo afecto terreno,
e inspirándome el amor
de los bienes celestiales y eternos,
haced, benignísima Señora,
que este amor sea mi único afán,
el único móvil de todos mis pensamientos
y también de todos mis afectos.

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Rogad ahora y siempre por mí,
¡oh Virgen sacrosanta!,
y muy particularmente,
en la hora de mi muerte,
en aquel tremendo momento
en que estaré próximo a dar cuenta
de todas mis obras y de toda mi vida
al justo y severo Juez de vivos y muertos.

No me abandonéis, no os apartéis de mí,

¡oh Virgen gloriosa y bendita!,
ya que con todo el afecto que me es posible
encomiendo a vuestra piedad y cuidado
la salvación de mi pobre alma
y la pureza de mi miserable cuerpo.

Defendedme, Señora, Madre mía,
 de todos los males y peligros de este mundo,
y dignaos interceder por mí a vuestro divino Hijo
para que logre yo el perdón de todos mis pecados,
de los cuales me arrepiento sinceramente
por haber ofendido con ellos
a un Dios infinitamente bueno
e infinitamente digno de ser amado.

Dadme, ¡oh dulce y cariñosa Madre mía!,
una verdadera fe, una firme esperanza,
una caridad ardiente,
y alcanzadme la gracia del Espíritu Santo,
con la cual pueda hacer siempre
y en todo momento y lugar 
su justísima y santísima voluntad.

Dignaos por vuestra piedad y clemencia,
¡oh gloriosa Reina del Carmen!,
preservar esta ciudad del hambre,
de la peste, de la guerra,
pero principalmente de toda blasfemia
y de todo pecado mortal.

Proteged así mismo a mis parientes y amigos,
contra todos los males espirituales y corporales.

Os recomiendo también,
¡oh bondadosa Señora!,
las santas almas del Purgatorio;
suplicad, interceded, interponed
vuestro todopoderoso valimiento
cerca de vuestro divino y bondadoso Jesús,
para que libres de aquellas vengadoras llamas,
y colocadas en el Empíreo,
gocen allí eternamente de la gloria
en vuestra compañía, y rueguen a Dios
 por mí, infeliz pecador.

Amén.


 

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