Santa y bendita Muerte,
querida de mi corazón,
no me desampares con tu protección,
y desde este momento no tengas más gusto,
más ilusión que para mí,
de cuidarme y protegerme
hasta llegado el momento
de mi último viaje contigo.
Espíritu, cuerpo y alma
de [Decir Nombre],
que su amor, su cariño, su fortuna,
sus caricias, sus besos,
todo él sea no más para mí.
Por todas las virtudes
que tú tienes concedidas,
venceré todos los obstáculos
y no se interpondrán.
Cariño e ilusión,
todo lo que yo ambicione,
quiera o me proponga hacer,
todo constituirá
un éxito halagüeño para mí;
Por virtud divina que Dios te dio,
de ayudar a los pecadores
en los malos trances
en Dios creo y en ti confío.
Se rezan tres Padre Nuestro.
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