¡Oh! San Pedro, el más glorioso de los Santos,
creo que Tú eres el fundamento de la Iglesia,
el pastor universal de todos los fieles,
guardián de las llaves del cielo,
el verdadero vicario
que Cristo puso en la tierra,
encargándole el cuidado de su rebaño.
Tu fuiste mártir entre los mártires,
cuando dijiste no ser digno
de la misma muerte de tu Señor,
y te crucificaron boca abajo,
y por eso gozas en el cielo
líbrame de todo mal, bendito apóstol.
Acógeme bajo tu sagrada sombra,
que cobijado en ella, seré libre
de daños y desdichas.
Guárdame el bendito trabajo de que dispongo,
y no permitas que nadie lo ponga en peligro,
de el depende mi progreso y mi prosperidad.
San Pedro bendito, Tu que fuiste pescador,
primero de peces y luego de almas,
no permitas que yo me descarríe de las redes
de Nuestro Señor Jesús.
Soberano Pontífice de la Iglesia,
vivo y muero como tu hijo
y el hijo de la Iglesia
Católica Apostólica Romana.
Amén
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