¡Oh gloriosísimo San Luis Gonzaga!
Lirio de pureza,
espejo de modestia
y Ángel en las costumbres:
mirad, Santo mío,
que yo os escojo
por mi especial abogado y protector
en el negocio de mi salvación eterna.
Sed vos el director de mi vida
y el ejemplar de mis acciones.
Defended de toda impureza mis sentidos,
mi entendimiento y mi corazón,
que yo desde ahora por vuestra mano
los entrego todos a mis dulcísimos amores
Jesús y María.
Sed siempre mi ángel de guarda
en todos los peligros y tentaciones,
y no me desamparéis jamás,
ni en vida, ni en muerte.
Amén.
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