¡Oh bienaventurado San Judas Tadeo!
Obrero infatigable de la viña del Señor,
solícito propagador del Evangelio,
yo me alegro y me regocijo
con toda la ternura de mi corazón,
y te felicito por la Incomparable dignidad
a que te elevó el Señor haciéndote su Apóstol,
y porque a la manera que los Arcángeles,
los Tronos, las Dominaciones
y demás espíritus celestiales que se hallan asistentes
ante el trono poderoso de la Trinidad Beatísima,
así también estás unido por los vínculos de la fe
y de la sangre con la Trinidad Sacrosanta,
terrestre, Jesús, María y José.
Yo doy gracias al Eterno hacedor
de todo cuanto existe,
se mueve y tiene ser,
porque te eligió en la sabiduría
de sus consejos para embajador de su doctrina,
para que anunciases la salud
a los miserables hijos de Adán,
y para que predicases la encarnación
del Unigénito del Padre, su pasión, su muerte,
su resurrección, y su gloriosa ascensión a los Cielos.
Yo doy gracias a Dios,
que con su presencia ocupa los espacios,
porque te dio una alma tan grandiosa,
y llena de tanta caridad
que parece se afligió y atormentó
cuando dijo el Señor
que se manifestaría a sus discípulos,
y no lo prometía para todos los hombres.
Tú eres admirable ciertamente,
y aunque llevas un mismo nombre con el traidor,
el mundo cristiano
siempre te distingue de éste y te venera.
Tú eres de grande valimiento
en la presencia del Altísimo,
y por tanto te suplico,
que por tu grandes merecimientos
y eficaz intercesión,
me alcances propicio del Señor,
que sea socorrido en la necesidad
que te manifiesta mi corazón,
que sea merecedor de su gracia, y que,
puesto en cualquier peligro de alma y cuerpo,
me libre de él por su misericordia.
También te ruego,
También te ruego,
oh santo protector mío,
que si la súplica que te hago en esta plegaria,
no conviene para la salud de mi alma,
ni para el buen éxito de mis intereses,
que no me dejes sin consuelo,
sino que me inspires paciencia,
y me des conformidad para sufrir,
con toda resignación, la necesidad que padezco.
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