Quisiera, Virgen María,
Madre mía muy amada,
tener mi alma abrasada
en vuestro amor noche y día:
¡Oh dulce Señora mía!
¿Quién tuviera tal fervor,
que aventajara en ardor
a los Serafines todos?
¿Amándoos de cuantos modos
invento el más puro Amor?
Alma, cuando seas tentada,
Piensa, que dándote un grito,
Dice la Madre de Cristo,
Dolorosa y Angustiada:
Detente:
Toma esta Espada,
traspasa mi Corazón,
más con esa tentación
no traspases en la Cruz
el Corazón de Jesús,
Mi Hijo, y tu Redentor.
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