Dios te salve, Emperatriz
de los mundos y los astros, más adorable que nunca,
cuando llega el tiempo santo.
Ángeles y serafines
al amanecer, postrados,
te cantan como nosotros
desde el mundo te cantamos.
Se acerca ya el tiempo triste
en que padeciste tanto,
y visten luz en los cielos
los ángeles y los santos.
¡Tanto como padeciste,
y los hombres olvidados
de que cada vez que pecan
sufres, de nuevo, otro tanto!
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Aliviarte no es posible,
pues el dolor es pasado;
pero hay que enmendar la vida,
pues pecar es renovarlo.
Te lo ofrecemos. Señora,
por el madero y los clavos,
para ahora y para siempre
apartarnos del pecado.
Lo cumpliremos, Señora,
si haces, como te rogamos,
que nos asista la gracia
de tu Jesús sacrosanto.
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