Dios te salve, Madre Virgen,
cesen tus penas y llantos,
que ya tu Hijo ha salido
del Sepulcro sacrosanto.
Cuando el sol sus resplandores
ocultaba en este día,
metidas entre tinieblas
llegaron las tres Marías.
Buscando el lucero hermoso
que dejaron sepultado,
a voces, a dicho un ángel:
¡Jesús ha resucitado!
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La lápida, con misterio,
se dejó la puerta franca,
y sólo en el sitio queda
aquella sábana santa
con la que a Cristo envolvieron
los varones con ternura
al bajarlo de la cruz
para dade sepultura.
A María Magdalena
el Redentor se presenta:
¡Preséntanos al Empíreo,
vida y esperanza nuestra!
Los hermanos de la Aurora,
por tu gran Resurrección,
te suplicamos la gracia
y después la salvación.
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