¡Oh Víctima santa!
Vos que quisisteis darnos
una prueba de vuestro amor,
derramando las primicias
de vuestra sangre preciosa en la circuncisión,
sangre divina, precio de nuestro rescate,
que todos los días se ofrece
por nosotros sobre ese altar!
¡Ah, qué dolor tan intenso sentirían
vuestra divina Madre,
y José vuestro padre adoptivo,
adorarían esa sangre sagrada
que ofrecían en sacrificio al Eterno Padre!
Permitidme que también yo,
a su ejemplo, presente al Señor
esa Hostia inmaculada
para aplacar su justicia irritada
por nuestros pecados
y atraer sobre nosotros
su divina misericordia.
Amén.
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