¡Divino Jesús, que en el altar
estáis solitario por mi amor! 
¡También ahora vuestros enemigos, 
como en vuestra infancia, 
os persiguen para haceros morir! 
Más entonces teníais a vuestro lado 
un tierno padre, 
un custodio vigilante 
Ahora os encontráis en este santuario 
expuesto al furor de los hombres,
impíos e ingratos, que os ultrajan.
¡Quién me diera la solicitud 
de vuestro padre adoptivo 
para libraros de estas injurias! 
¡Oh dulce dueño mío! 
Quiero como San José ocultaros,
no en Egipto, sino en mi corazón; 
pero quizá este corazón 
es más árido y estéril 
que los arenales de vuestro destierro. 
Venid, sin embargo, 
y con vuestras lágrimas y sangre 
fertilizad esta tierra ingrata 
para que produzca las flores 
de virtudes que os recrean. 
¡María, mi dulce Madre 
prestadme vuestro corazón inmaculado 
para que sirva de tabernáculo a mi Jesús; 
allí estará al abrigo
de la rabia de sus perseguidores.
 
allí estará al abrigo
de la rabia de sus perseguidores.
Yo quiero permanecer junto a Jesús 
con Vos y con vuestro santo esposo 
para presentarle el humilde tributo 
de mis adoraciones.
 
de mis adoraciones.

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