Milagroso ajo,
que fuiste puesto en el Monte Calvario
donde Jesús murió
para darte eterna luz
y librarnos de todo mal.
Líbrame de cárceles y demonios,
cuando mis enemigos
intenten matarme o herirme.
Que sus ojos no me vean,
que sus pies no me alcancen,
que sus manos no me agarren,
que las armas de fuego no disparen,
que los cuchillos se desvíen
y que el mal no me persiga.